Y llegó el cambio
El cambio pone en crisis nuestra estabilidad. Trae muchas sensaciones nuevas a las que nos es difícil poner nombre. Eckhart Tolle daba la enhorabuena a todo aquel que se sentía perdido y no sabía quién era en su libro «El poder del ahora» porque para él eso significa que la persona está en proceso de romper con la imagen que tiene de sí mismo para liberarse y comenzar a, simplemente, ser.
El cambio es como intentar introducirse por la boca de una botella: uno se siente incómodo, frustrado por la dificultad del reto, desorientado ya que no sabe si lo está haciendo mal o bien, cansado porque no sabe cuánto tiempo queda hasta lograr llegar al otro lado. Son momentos en los que nos emergen dudas sobre nuestras capacidades. Pueden llegar a ser momentos realmente inquietantes, desconcertantes, en los que no sabemos a qué aferrarnos para salir adelante y quizá esto sea bueno ya que nos motiva a buscar nuevas herramientas.
Muchas veces sentimos un remolino en el estómago que nos dice que tenemos que salir de una situación concreta, pero al temer todo este proceso de destrucción y regeneración de lo que pensamos de nosotros mismos -proceso de desapego y ruptura de dependencias- decidimos desarrollar recursos internos para sobrevivir a esa situación. Es decir, en vez de afrontar la posibilidad de una ola de cambio que nos barra hacia algo mejor, optamos por seguir anclados a esa situación enfocando nuestra energía en aguantarla.
Todos nos sentimos asustados del cambio, incluso aquellas personas que transmiten confianza y se abren al riesgo. Todos en cierta forma huimos de algo, pero poco a poco podemos ir generando consciencia de qué es eso que nos da miedo y acercarnos a ello para hacernos más fuertes… y con fuertes no nos referimos a trabajar en nuestro hermetismo emocional, al contrario, es abrirnos a lo que sentimos en cada momento. Sólo así, podemos vivir más coherentemente sin esclavizarnos a nuestras emociones.
Hace unas semanas atrás escribimos un artículo para MundoCoachingMg sobre el cambio donde preguntábamos «¿quieres cambiar?». Si hay algo dentro que nos dice que sí o lo sugiere, entonces qué mejor momento que este. Ahí lo dejamos.